La cultura empieza en vos: confianza, comunicación y ser auténticamente vos
- Maca Botta

- 8 oct
- 3 Min. de lectura
Hay algo que aprendí después de muchos años trabajando con equipos y personas que lideran: la cultura no se diseña, se se siente, antes de entenderse.
No vive en la visión y la misión de la web, ni en los manuales, ni en las presentaciones con frases inspiradoras. Se percibe en cómo nos hablamos, cómo tomamos decisiones, cómo reaccionamos ante el error.
Cada gesto, cada silencio y cada decisión comunica.
Y cada persona —especialmente quienes lideramos— somos su reflejo.
Somos embajadoras y embajadores de la cultura con cada gesto, con cada silencio, con cada conversación que elegimos tener (o evitar).
La seguridad psicológica: el punto de partida
Amy Edmondson lo explica de forma brillante: la seguridad psicológica es la creencia de que podés hablar, preguntar, equivocarte y aprender sin miedo al juicio del resto.
No hay innovación sin eso. Y no hay equipo sano que crezca sobre el miedo.
Crear ese espacio no es un lujo ni algo “soft”: es una responsabilidad del liderazgo.
Es mirar a alguien a los ojos y transmitirle: “Podés ser vos acá.”
Ahí empieza todo.
La confianza: el suelo sobre el que todo se sostiene
Patrick Lencioni lo dice claro:
“Sin confianza, no hay equipo. Solo personas trabajando en paralelo.”
Y esa confianza se construye cuando hay coherencia. Cuando decís lo que hacés y hacés lo que decís. Cuando reconocés tus errores.
Cuando mostrás vulnerabilidad sin miedo a perder autoridad.
La confianza no es un valor más, es el sistema operativo de los equipos sanos.
La comunicación: el vehículo de la cultura
La comunicación no acompaña la cultura: es la cultura en acción.
Se construye en la manera en que damos feedback, en cómo escuchamos, en el tiempo que nos tomamos para entender a la otra persona antes de responder.
Comunicar no es solo hablar, es dar sentido.
Y cuando el liderazgo comunica desde la autenticidad, la cultura se vuelve coherente y confiable.
Liderar desde el ejemplo
Simon Sinek dice:
“La gente no compra lo que hacés, compra por qué lo hacés.”
Y yo creo que lo mismo vale para los equipos. Las personas no siguen títulos, siguen ejemplos. No confían en el discurso, confían en la coherencia.
Cada persona líder, en cualquier nivel, tiene la oportunidad de ser un agente multiplicador de confianza, claridad y propósito.
No hace falta un gran plan de transformación: basta con empezar a conversar distinto, a mirar distinto, a escuchar distinto.
Ser vos : el acto más poderoso de liderazgo
Parece fácil imitar a otra u otro.
Repetir frases, gestos o estilos que “funcionan”.
Pero el cuerpo es soplón. Tarde o temprano, la falta de autenticidad se nota.
No hay mejor opción que ser vos.
Porque solo desde ahí —desde tu voz, tu historia, tus imperfecciones y tu curva de aprendizaje— vas a poder crear una cultura más sana, más humana, más evolutiva.
Para llevarte
Preguntate:
¿Qué cultura estoy reforzando con mi ejemplo?
¿Qué necesita escuchar mi equipo de mí que todavía no dije?
¿Estoy generando un espacio donde las personas pueden pensar, disentir y ser sin miedo?
Porque la cultura —esa red invisible que nos une o nos distancia— no empieza en los mandamientos de la pared. Empieza en vos. En cómo hablás, cómo escuchás y cómo elegís reaccionar.
Y eso, aunque parezca simple, puede cambiarlo todo.



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