Me rindo.

Me rindo. No como quien baja los brazos, sino como quien entiende que no hay nada que forzar. Me rindo a mis tiempos. A mis formas. A confiar en lo que mi cuerpo sabe. 

A lo que mi historia me enseñó. A no resistirme.

Hace un tiempo lo decidí: no quiero escalar nada que no sea mi alegría. No quiero sostener lo que me pesa. No quiero hipotecar mis formas por estructuras que no me honran.

Sigo siendo una hacedora. Ese pulso sigue vivo: la adrenalina de crear, de probar, de equivocarme, de volver a intentar.  La pasión de trabajar con otras personas, de surfear nuevos mares, de aprender juntas. Eso no cambió. Pero sí cambió cómo lo hago, hoy lo hago en equipo conmigo. 

Hoy no negocio mis no negociables, hoy escucho a mi cuerpo, hoy honro mis pausas.

Me rindo a mis tiempos, a mis formas, a confiar en mi recorrido, a no resistirme.

Quizás es la edad, quizás es el cuerpo, que es memoria viva. Que guarda cada herida, cada carrera, cada cansancio.  O quizás es que ya entendí: tengo un solo cuerpo, un solo vehículo.

Me rindo a mi manera de hacer, a mi manera de ser. A no correr detrás de lo que no es para mí. Sigo soñando, sigo aprendiendo, sigo queriendo ser parte de la solución. Pero ahora, lo hago distinto, con menos culpa y con más ternura.

Hoy, me rindo para vivir mejor. 

Para hacer con verdad. 

Para ser, simplemente, quien soy.

Y vos, a qué parte de tu historia sentís que te gustaría rendirte para vivir mejor? 🌿