La abusadora era yo
- Xime Genta
- 21 nov 2024
- 5 Min. de lectura
En un mundo que me empuja constantemente a hacer, producir y avanzar, descubrí que pocas cosas son tan revolucionarias como aprender a parar. Como mujer y empresaria, he sentido la presión de estar siempre en movimiento, haciendo, cumpliendo, dando. Pero hace ya un tiempo, me di cuenta de algo revelador: en el camino hacia la hiperproductividad me convertí en mi propia abusadora.
Entendí que era yo: la que no ponía límites a sí misma, la que se exigía sin descanso, era yo. Y naturalmente, eso atraía a personas que se beneficiaban de mi incapacidad para decir "basta". Así se formó un círculo vicioso del que es difícil salir, alimentado por esa conversación interna autoexigente, esa voz que nunca sabe parar y siempre insiste en que hay que hacer más sin tener claro exactamente ¿qué es más? ¿más que qué o quién? .
La pausa es tan importante como la acción
Parar no es solo descansar; es abrir un espacio. Un espacio para que surjan nuevas miradas, nuevas oportunidades, y para darme el permiso de cambiar de opinión, regenerarme y resetear. He descubierto que en el silencio y la reflexión aparecen ideas que nunca vería de otro modo, y es ahí donde puedo cuestionar mis certezas y repensar el rumbo. Es ahí donde me encuentro conmigo.
A veces, me lleva un rato llegar a ese lugar de paz. Incorporar herramientas como la respiración, las meditaciones guiadas y las visualizaciones me ha ayudado a atajar la mente inquieta. En este espacio, me hago preguntas sinceras y sin presión: ¿Quién quiero ser? ¿Desde qué lugar quiero contribuir al mundo? ¿Cuáles son mis no negociables? ¿Cómo me siento realmente?
No soy presidenta, no soy cirujana.
Imaginate esta escena: es la noche de un viernes, estás cansada/o luego de cerrar una semana larga de trabajo. A última hora, te cae un email de de tu jefe/a con exigencias y urgencias para ya, que no admiten un no por respuesta y que para peor, te lo comunica de malos modos.
En ese correo reconoce no importarle si estás cansado/a o cómo te encuentre su “pedido”. Le da igual si estabas relajandote en el sillón o en medio de una cena familiar y te hace especial hincapié en que nada es más importante que cumplir con lo que necesita en este momento.
Que te dejes de excusas y te pongas a trabajar, aunque sea un viernes a las 10 de la noche y quieras irte a dormir, porque tu valor como persona y como trabajador/a dependen de que siempre cumplas.
¿Qué harías en frente a una situación así? Suena como algo extremo ¿verdad?. Y seguramente, al igual que yo, te indignes y digas que jamás le permitirías a alguien atropellarte de esa manera y hablarte en esos términos. ¿Pero te detuviste a pensar que este podría ser el diálogo interno de una persona con altos niveles de autoexigencia? ¿O que quizá esta misma conversación ya la tuviste con vos mismo/a?
📹 Claudia Fontanals lo ilustra perfectamente en este video que te dejo acá: https://www.instagram.com/reel/DAl79_JAxB6/?igsh=MWYwdHEzeW1xbzdmNg%3D%3D
Mis 6 pilares para mitigar la voz de la autoexigencia
01. Escucharme y atender mi conversación interna
La primera clave para hackear la autoexigencia es empezar a escuchar y atender la conversación que tengo conmigo misma. Esa voz sutil, que nunca está conforme, influye en cómo me exijo. Hace años aprendí no sólo a escucharla, sino a cuestionarla, a darle espacio y tratar de entender por qué aparece o en qué momentos. Me pregunto: ¿Esta exigencia es real o proviene de expectativas que ya no me representan? Ser compasiva conmigo misma ha transformado la manera en que me trato.
02. Mirarme con amor y compasión
Comprender que forzarme más allá de mis límites no me lleva a ningún lado ha sido crucial. Este año, al cambiar mi ritmo y priorizar el bienestar, descubrí que la "tóxica" era yo. Me sacrificaba por reuniones que no eran tan importantes y dejaba mis pausas terapéuticas de lado. Pero trabajar menos y mejor no solo mejoró mi salud, sino que también mejoró mis resultados empresariales. Tuve tiempo para el deporte y para cerámica, un espacio creativo y sin pantallas donde pude ser perfectamente imperfecta.
03. Hacer tiempo para el placer sin culpa
Rediseñar mis rutinas y darme permiso para disfrutar no fue fácil. Me costó mucho dejar de sentirme culpable por no estar siempre produciendo. Pero, sorprendentemente, nada malo ocurrió. Al contrario, trabajé con personas y empresas que celebran y aprecian mi propuesta de valor y lo que traigo a la mesa. El tiempo extra me permitió explorar en nuevas aristas de mi trabajo,en generar nuevas alianzas, como el programa de liderazgo con Maia y Ruta BRAVA, un proyecto colectivo que estamos cocreando con Xime y Ana que espero poder contarles más a la brevedad.
04. Ejercicio de visualización: redefinir mi propósito
Un ejercicio invaluable ha sido imaginarme en el futuro y preguntarme: ¿Quién quiero ser? ¿Cómo quiero que me recuerden? ¿Por qué quiero que me conozcan? Esta práctica me conectó con mi propósito y me enseñó a ser empática con mi "yo del futuro".
05. Rodearme de personas que actúan como espejitos amables
Rodearme de personas que me reflejan con honestidad y respeto ha sido esencial. Mi "junta directiva personal" me ayuda a mantenerme fiel a mis valores y me desafía a crecer. Estas personas no solo me apoyan, sino que también me animan a recordar lo que realmente importa.
06. Hacer espacio para la posibilidad y confiar La última clave es confiar en que lo que es para mí llegará cuando tenga claridad. Hacer espacio no significa perder oportunidades, sino abrirme a las que realmente están alineadas con mi propósito.
Mis 4 recursos preferidos para hackear la autoexigencia
🎙 Podcast: “Unlocking Us” con Brené Brown – Conversaciones sobre la vulnerabilidad y el autocuidado.
📚 Libro: “Self-Compassion” de Kristin Neff – Una obra que enseña a tratarnos con amabilidad.
📝 Artículo: “The Importance of Pausing in a Fast-Paced World” (Psychology Today) – Sobre el valor de las pausas para la salud mental.
🎙 Podcast: “The Next Right Thing” con Emily P. Freeman – Ideal para quienes buscan claridad en la toma de decisiones.
Para cerrar nuestra conversación de hoy quiero invitarte a que te tomes en un ratito, unos minutos para vos en silencio. Que te regales el placer de estar en pausa. Que comiences con amabilidad a escuchar más a tu voz interna, sobre todo en los momentos de mayor tensión del día, que puedas identificar ¿qué me digo cuando me equivoco o cuando flaquea mi autoestima? ¿de quién es esa voz y donde la escuché antes?
Las palabras son semillas que van construyendo nuestras ideas, percepciones y creencias de quiénes somos. Por eso importan y mucho, no solo las palabras ajenas que escuchamos fuera sino también las que incorporamos como propias a lo largo de la vida. Repensar el diálogo con vos misma/o es el primer escalón que quiero que subas conmigo.
Por último, invitarte a que seas parte de una comunidad en donde tendernos puentes y acompañarnos, sea la moneda corriente.
Con cariño,
Maca. ❤️🔥
Comentarios